En un país cuyo nombre no será mencionado, se produce algo nunca visto desde el principio del mundo: la muerte decide suspender su trabajo letal, la gente deja de morir. La euforia colectiva se desata, pero muy pronto dará paso a la desesperación y al caos. Sobran los motivos. Si es cierto que las personas ya no mueren, eso no significa que el tiempo se haya detenido. El destino de los humanos será una vejez eterna.
Se buscarán maneras de forzar a la muerte a matar aunque no lo quiera, se corromperán las conciencias en los «acuerdos de caballeros» explícitos o tácitos entre el poder político, las mafias y las familias, los ancianos serán detestados por haberse convertido en estorbos irremovibles. Hasta el día en que la muerte decide volver…
La muerte era absolutamente fundamental para la realización del reino de dios y que, por tanto, cualquier discusión sobre un futuro sin muerte sería absurda además de blasfema.
José Saramago dando voz al clero en la novela.
Reseña de Las intermitencias de la muerte
Está bien, vamos a abstraernos un poco y no pensar en que el autor de este libro es Nobel de literatura. Dejémonos a un lado el peso que puede recaer por ser este texto de un autor con tanto renombre como José Saramago, para que este hecho no influya en el análisis. De hecho, nunca había leído nada de su extensa obra, pero por lo que sea me llamó la atención el título y el argumento de este novela, así que me puse con ella.
Pues bien, no me arrepiento ni un pelo. Reconozco que el tipo de prosa y su forma en ocasiones algo pesada de escribir no son el estilo que busco normalmente en un libro. Sus métodos de escritura incluyen largas y en ocasiones eternas frases a veces complejas de leer. Pero en Las intermitencias de la muerte, las palabras fluyen con el interés de lo que va pasando y la forma desenfadada de contarlo.
La novela en sí es una satírica crítica social desternillante de los sucesos que irían pasando en caso de que, sin previo aviso, la muerte dejara de llevarse a la gente consigo. Su visión es brillante, y los sucesos contados como historias más o menos aisladas son divertidos a la vez que totalmente verosímiles. No se tratan realmente de capítulos totalmente independientes, pues todos van narrados unidos por un hilo, pero a medida que vas leyendo, es como si te contaran pequeñas historias con puntos de vista diferentes en un mundo en el que un suceso tan grave como que la gente lo se vaya al otro barrio se convierte en más que en algo que celebrar, en un auténtico problema para todos.
José Saramago, premio Nobel de literatura en 1998, con una ristra incontable de otros premios y homenajes a sus espaldas, nos narra a lo largo del libro cómo todo un país debe mutar su forma de comportamiento ante un hecho como la parada de la muerte en el momento de llevarse a los que le ha llegado su hora. Es justo en el primer día de un año cualquiera cuando deja de actuar en una determinada nación, y la gente misteriosamente no muere. Se quedan en un estado de eterna espera a que llegue su hora. La mismísima reina madre continúa con vida, pero sin fuerzas para ello cuando estaba a punto de espirar. Esta situación empieza a plagar las humildes casas de los ciudadanos normales de ancianos y enfermos que se quedan como una carga a la que la gente empieza a no querer mantener. Aparecen mafias para sacar ventaja del asunto, el gobierno tiene que tomar medidas excepcionales para paliar estas cargas y las religiones tiemblan al derrumbarse los pilares sobres los que tenían construidas sus doctrinas. El sarcasmo se apodera del rumbo de las soluciones que se van tomando, con delirantes situaciones que te hacen soltar más de una carcajada. Primero porque da la risa la situación en sí, pero sobre todo porque ves que es totalmente verosímil lo que estamos dispuestos a hacer en nuestra sociedad cuando algo tan gordo y que se escapa de nuestras manos sucede.
Las situaciones no se cuentan como algo extraordinario. A ver… que la muerte deje de trabajar no es algo que pase todos los días, pero José Saramago lo trata aquí con una cotidianidad abrumadora. No habla de acciones excepcionales, ni busca el motivo ni hace investigaciones sobre el hecho en sí. En la novela habla del día a día que se da tratando de continuar con nuestras vidas, acomodándonos lo mejor posible a la nueva situación.
Narra de cosas tan simples como las quejas de las funerarias al dejar de tener clientes. Habla de como el gobierno debe tomar cartas en el asunto y tratar de contentar a todos. Hay gentes que aprovechan la situación y abordan la forma de matar a los muertos en vida que la gente quiere dejar de tener en sus casas. Al ser también un hecho que sólo ocurre en su propio país, se desatan algunas redecillas internacionales en las fronteras.
En resumen, filosofa y nos hace reflexionar sobre cómo nos comportamos y cómo lo haríamos ante una situación como esta y expone como es en el fondo nuestra sociedad. Pero todo desde una prosa y con relatos muy entretenidos que para nada se hacen pesados.
El libro en sí se compone, como decía, de varias historias, o más bien tramas que sin darte cuenta vas entrelazando. No hay realmente protagonistas fijos, aunque tengan gran peso el primer ministro de la nación, algunos ciudadanos concretos y especialmente en la última parte, la propia muerte y un violonchelista. Quizá el libro termina partiéndose en dos, con una serie de acontecimientos en la primera mitad, y una parte final más extensa y quizá un poco diferente con el que se cierra el libro.
Sin duda, un buen libro para leer cuando tengas ocasión.
Enlaces de interés
Todo lo necesarios acerca de José Saramago lo puedes mirar directamente en la wikipedia, así que tampoco entraré en una breve biografía de él.
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