Este microrrelato está enlazado a uno anterior de GemaSeelie, llamado Palmarola. Los personajes y el argumento provienen de este microrrelato, así que recomiendo encarecidamente leer el de GemaSeelie para poder comprender totalmente esta narración.
Por cierto, de nuevo me he emocionado e interpretado mal la longitud del relato, y donde siempre creo que son 1000 palabras máximo, cuando acabo el relato vuelvo a observar que son 1000 LETRAS como mucho. Por ello, dejo las dos versiones. Empezaré con la completa, para acabar con la recortada a 993 caracteres.
Comencemos:
Microrrelato: Metamorfosis (versión completa).
Los ojos de Paola giraban convulsos y asustados bajo los párpados cerrados. Estaba en un entorno desconocido. Seguía durmiendo, no profundamente. Pero había algo extraño. Sentía un helor que le recalaba en los huesos. En pesadillas, caía una y otra vez en una profundidad infinita, oscura y húmeda. Su cuerpo se agitaba violentamente, de un lado a otro. Notaba sin embargo que esos movimientos no eran rápidos. Eran lentos y suaves. Es como si flotara, como si todo el frenesí se ralentizara en cada gesto. Sentía mucho frío. Su mente estaba inundada de imágenes veloces, escenas que sentía recientes desfilar amontonadas en una oscuridad plena. Su piel estaba gélida, blanda y arrugada. Y le dolía. De alguna manera sabía que era un sueño, pero lo sentía de verdad.
“Calma, tranquila”, trató de dominar la pesadilla. “Respira, cálmate”. Empezó a inhalar para llenar sus pulmones, pausadamente. Sus ojos dejaron de girar, saliendo del sueño REM. Comenzó a tomar consciencia, a despertarse de ese extraño letargo. Trató de tragar saliva, pero le fue imposible. Intentó respirar, y notó que no podía. Su cuerpo estaba aprisionado, asfixiado. Sentía como si le pesara una tonelada y el cielo hubiera caído sobre ella. Abrió los ojos sobresaltada, tratando de gritar. Comprobó entonces que era imposible. Su boca sabía a sal. Sus húmedas fosas nasales no detectaban otro olor que no fuera a mar. Sus pulmones ya no contenían aire. Aspiraban e inspiraban agua, litros de mar. La vista no le permitía más que ver la oscuridad, sumergida en un océano infinito. Agitó los brazos y trató de mover los pies, y comprobó que no los sentía. Se miró las manos, ahora escamosas y con extrañas membranas entre los dedos. Miró hacia sus piernas y sólo atinó a ver una especie de cola de pez. Se mareó repentinamente. Quería vomitar, pero su garganta estaba inundada de mar y sal. Movió la lengua y perfiló unos afilados y puntiagudos dientes. Esa no podía ser su boca, antes no era así.
Notó una sombra densa encima de ella que le hizo parpadear. Abrió del todo los ojos con dificultad y lo que vio le horrorizó. Por fin la realidad penetró en su mente, golpeándola con una gélida descarga de razón. Sin embargo, era imposible todo. Debía estar soñando. Estaba flotando, bocarriba, en el fondo del mar. Notaba como instintivamente su cuerpo se mantenía inmóvil con un leve aleteo. No caía al fondo. No flotaba hacia la superficie. Era como si el suelo marino fuera su hogar y ella de repente se sintiera parte de él. Unos peces de colores funestos cruzaban por su vista, y por encima de ellos, la sombra de una silueta femenina acabada en una larga cola escamada zigzagueó por encima de su posición. De repente, se detuvo y se abalanzó hacia ella. Recorrió la distancia que las separaban en unos segundos, dejando tras de sí un torbellino de espuma. Se detuvo justo a su lado. La cara de ese espeluznante ser quedó a escasos centímetros de sus ojos. La observaba con mirada ciega. Su iris era lechoso, completamente blanco y desprovisto de humanidad. Lo que más le horrorizó era que ese rostro le era familiar. Y fue justo en ese momento cuando el mundo en el que había vivido invadió su cabeza. Lo recordó todo. Vio la boda, y la luna de miel. Recordó esa isla, con Neviani como compañero de viaje. Y recordó a María, cómo hacían el amor bajo el sol de ese paraíso perdido en unos pocos kilómetros de isla desierta. Entonces la reconoció. Ese ser de ojos vidriosos era ella, su amante, su esposa. Y Paola estaba igual de maldita que María. Serían compañeras en esta infinita cárcel de salitre.
Microrrelato versión del reto: Metarmorfosis.
Paola seguía durmiendo. Sentía un helor que le recalaba los huesos. Su piel estaba gélida, arrugada y dolorida. De alguna manera sabía que era un sueño, pero parecía muy real.
“Calma, tranquila”, trató de dominar la pesadilla. Su cuerpo estaba aprisionado, asfixiado. Sentía como si el cielo hubiera caído sobre ella. Trató de gritar. Su boca sabía a sal. Sus pulmones ya no contenían aire. Aspiraban e inspiraban agua, litros de mar. Se miró las manos, ahora escamosas y con extrañas membranas entre los dedos. Miró hacia sus piernas y sólo atinó a ver una especie de cola de escamas.
Unos peces de colores funestos cruzaban a su lado. Observó la sombra de una silueta femenina acabada en una larga cola que zigzagueó por encima de ella. La sombra se detuvo justo a su lado, con la cara a escasos centímetros de sus ojos. Su iris era lechoso, completamente blanco y desprovisto de humanidad. Era María, su amante, su esposa. Serían compañeras en esta maldición infinita en su cárcel de salitre.
Objetivos del microrrelato
Este microrrelato cumple los siguientes objetivos:
Microrrelato de octubre
Título: Metamorfosis.
Objetivo: 16. Escribe un relato que transcurra al completo bajo el agua.
Objeto 1: 24. Un pez de colores.
Caracteres: 993
Medallas: Feminista.
Relato relacionado: Palmarola, de GemaSeelie. Ya sabes, léelo para comprender este micro.
El relato #OrigiReto2019 de este mes de octubre es la otra parte del reto. Puedes verlo en el link anterior.
Este reto es una iniciativa de @Musajue y @Stiby2. Tienes las bases en sus respectivos blogs: Blog de Sólo un capítulo más de Stiby y el Blog La pluma azul de Katty.
Gemma Montoya dice
Hola!:
Me ha gustado mucho el giro que le has dado al relato. Yo que me imaginaba a las pobres a salvo en tierra firme xD. Muy bien descrito, espero que ya no permitan más visitas en la isla.
Un saludo y gracias por el enlace 🙂