—En serio. Lo tuyo no es normal —dijo entre risas María, esquivando el incesante flujo de personas que andaban en todas direcciones—. Yo hace mil años que no encuentro más que chicles y colillas en el suelo.
—Déjame, de verdad -contestó Rubí con el color subido a los pómulos.
—Pero es que no hablamos de un billete de veinte. No. ¡Han sido dos en menos de diez minutos! —exageró su amiga la frase con aspavientos.
—Y yo que quieres que te diga. ¡Estoy en racha! —respondió Rubí divertida—. La diosa Fortuna está conmigo.
—¡Venga ya!
—Que sí. Fíjate… todos conocen a esa diosa, pero nadie sabe quién es Tique —María la miró extrañada—. Es su equivalente en griego, la gran abandonada de la mitología. Es una deidad que puede darte o quitarte la suerte.
María se detuvo y la miró con grandes ojos.
—¿Has oído lo pedante que te vuelves cuando aprendes algo de griego? —dijo exagerando las palabras.
—¡Vete al cuerno! —contestó Rubí simulando enfado. Ambas rompieron a carcajadas.
La feria estaba repleta. Era su día grande. El sonido de las enormes máquinas retumbaba en todas direcciones. Canciones de moda se mezclaban en un maremágnum de sonidos. Los padres iban con sus niños agarrados, tratando de que no se le escabulleran a cada tirón en el que señalaban esta o aquella atracción. Cada año se inventaban ingenios de la mecánica más aterradores. A Rubí le gustaba ver cómo la gente gritaba subida a ellos entre horror y risas. Esa mezcla de extremas sensaciones era increíble.
—¡Vente! —gritó de repente María tirando de su amiga del brazo—. Vamos a aprovechar tus dones.
—¿Dónde vamos? —Rubí se dejó llevar, colándose como culebras entre la turba.
—¡A la tómbola! ¿Dónde si no?
—¿En serio? Eso es un timo.
—Esta vez estás de racha. Ya lo verás —respondió haciéndose hueco en el mostrador.
—Venga ya. Aquí no hay nada interesante. ¿Qué quieres que nos llevemos? ¿La bicicleta? —Rubí miraba los premios colocados por todo el escaparate trasero. Decenas de ojos de Bob Esponja en peluche la observaban fijamente. Cajas con cacharros que parecían sacados de un bazar chino, trenecitos eléctricos, balones de plástico. Era como un orfanato de juguetes sin dueño, tristes sin nadie con quien divertirse.
—Quiero demostrarte que tienes más suerte que nadie en el mundo. Venga, ¡invito yo! —Sacó del bolso el monedero y miró el tablón con los precios. Llamó a gritos al hombre que estaba tras el mostrador para que su voz se oyera algo ante el estrépito de la música— ¡Hola! Dele una papeleta a mi amiga.
El feriante cogió el paquete de papeletas y se lo ofreció a Rubí para que escogiera una. Ella lanzó una sonrisa al chico y cogió una al azar. Él se quedó por un instante prendado ante ella. El que parecía su padre tuvo que darle un golpe para que volviera a reaccionar, con un grito de “Eh, venga. Que estás embobado”. Sonrojado volvió a recoger los boletos y buscó al siguiente cliente.
—¿Lo ves? Hasta tienes suerte con la gente —María apenas podía contener las carcajadas—. Acabas de romper el corazón a ese chaval.
—¡No digas tonterías! —replicó Rubí.
—¿Tonterías? No te quita ojo. Además, está como un tren.
María guiñó el ojo a su amiga. De repente, la música bajó y del altavoz sonó la potente y gastada voz del que parecía el dueño de la tómbola. Anunció el comienzo del juego y las reglas. Simplemente diría números y el que primero tuviera todos los de una línea, se llevaría un premio. Así mismo, el que primero tuviera todos los números del boleto, se llevaría el premio gordo que saliera en un sobre especial que tenía guardado.
Comenzó entre cháchara y chistes malos a decir y mostrar los números en forma de bolas que sacaba de un recipiente. En cada número, ambas amigas miraban el boleto que agarraban juntamente con los dedos. No tardo mucho alguien en saltar gritando “¡Yo! ¡Mío! ¡Línea!”. Pararon el juego y le obsequiaron con un enorme peluche que no estaba claro si era el león personaje de una película de Disney o la pesadilla de una novela de Stephen King. El ganador del premio lo recibió con un gesto entre feliz y desconcertado. Su hijo pequeño, que tenía al lado, mostraba el mismo rostro si cabe más exagerado que su padre. La cuenta de números continuó, hasta que salió finalmente un ocho y María gritó “¡Bingo! ¡Los tenemos todos!”. Hasta Rubí se sobresaltó ante la efusividad de su amiga.
La cuenta paró. El feriante recogió el boleto de las manos de María y lo revisó con los números que habían salido, iluminados en un gran panel en la parte trasera del mostrador.
—Es correcto. Ya tenemos ganadora. ¿Cuál es tu nombre? —Extendió el micrófono hacia la pareja de chicas. María empujó a Rubí hacia adelante.
—Rubí.
—Pues mi querida Rubí, tienes que escoger un sobre con tu premio.
—¡Este! —dijo señalando un sobre de papel arrugado.
—Estupendo, veamos. —El dueño de la tómbola lo abrió y leyó para sí mismo. Dudó un par de segundos, con gesto aturdido. Volvió a leerlo y sacudió la cabeza. Su hijo se acercó a su lado y se lo enseñó para que lo viera él también. Tras otros cuantos segundos, ambos asintieron con la cabeza y buscaron a su espalda entre la maraña de regalos. El padre señaló finalmente hacia un objeto del centro y el chico lo cogió. El feriante confirmó en voz alta—. Enhorabuena encanto. Te ha correspondido… ¡este botijo! —gritó sin mucho convencimiento.
Se escucharon risas dispersas entre el público. El chico le alcanzó el botijo a Rubí y esta lo cogió con timidez. María la miraba con una carcajada contenida de ojos vidriosos.
—Ni se te ocurra hacer comentarios —amenazó Rubí a su amiga. Esta le contestó con un gesto pasándose los dedos por los labios simulando cerrar una cremallera.
—Ni se me ocurriría. Ese pedazo de premio es tan digno como un apartamento en Torrevieja.
Ambas explotaron en risas y se alejaron de la tómbola. Rubí cogió el botijo como un trofeo de guerra. Lo miró superficialmente. Parecía muy antiguo, o al menos el acabado de su barro parecía haber vivido durante siglos. Lo guardó en una bolsa que llevaba consigo y continuaron deambulando durante un rato más por la feria, disfrutando entre luces y música. Cuando ya se hizo tarde, volvieron al coche para marcharse.
—Deberían estar prohibidas estas ferias en domingo —dijo María.
—Es verdad. Mañana toca trabajar y este cambio radical te puede trastocar demasiado —contestó Rubí entre risas. Pulsó un botón del mando del coche y sus luces saludaron a la pareja. La cara le torció en un gesto al mirar una de las ruedas delanteras. Estaba desinflada con el coche inclinado hacia ese lado.
—¡No me fastidies! ¿Se ha pinchado? —Se puso de cuclillas a su lado y dejó el botijo del premio en el suelo. Su amiga se agachó junto a ella y revisó el neumático. Estaba rajado—. ¿En serio? Qué mala suerte. Toca cambiarlo. Necesito el coche mañana para ir a trabajar.
Tras un rato consiguieron sacar la rueda de repuesto y sustituir la desinflada. Acabaron con las manos llenas de hollín y sudorosas, pero finalmente pudieron regresar en coche. Rubí dejó a su amiga en su casa y tras despedirse volvió a la suya a descansar.
Rubí se levantó con los ojos pesados. Se sorprendió al ver el botijo en su mesilla y recordó la anterior noche con su amiga. Una sonrisa se le dibujó en el rostro.
Era lunes. Tocaba ir a trabajar. Preparó sus cosas y fue a la Universidad a impartir las clases que tenía de historia del arte. Era su primer año de docencia y estaba pletórica. Almorzó pronto en el campus y salió hacia a casa al final de la mañana. Por el camino dejó el coche en el taller y continuó el trayecto andando. Pasó por el banco para cobrar el cheque del curso de la semana anterior.
—Lo siento. Debe haber un problema con la cuenta —dijo la chica de la caja tras introducir los datos del documento en el ordenador.
—Qué raro. ¿Puede intentarlo de nuevo? Nunca ha habido problemas con los cheques.
—Pues aquí siempre sale el mismo resultado. Indica que está sin fondos.
La empleada del banco le devolvió el papel a Rubí.
—¿No puede llamar o hacer algo? De verdad, necesito el dinero para que se cobren el alquiler.
—Imposible. Si no hay fondos en la cuenta, no podemos hacer efectivo el cheque. Hable con los que se lo han emitido.
Rubí estaba contrariada. Sin duda, la comisión por falta de fondos en el pago del alquiler sería un buen pico. Por un momento pensó en los dos billetes de veinte euros que encontró en la feria y un halo de tranquilidad la inundó. Mira, por lo menos el pago del descubierto se compensaría con ese dinero. Abrió su bolso para cogerlos, pero no estaban ahí. Rebuscó y revolvió por todos lados. Se habían vaporizado.
Salió del banco refunfuñando. Vaya final de noche y vaya día. “Pues sí que tengo suerte”, pensó recordando las palabras de su amiga en la feria. “Seguramente dejé los billetes en la mesilla y ni siquiera me enteré”. Volvió tranquilamente a casa. Abrió la puerta de entrada y se dirigió directamente a la mesilla. Revisó por encima y en los cajones. Nada. Se agachó debajo de la cama por si estuviera allí. De repente, una tremenda punzada de dolor en la espalda la dejó doblada en esa posición, inclinada de rodillas en el suelo. Unos lagrimones brotaron de sus ojos, presa de un dolor que parecía una terrible tortura. Cayó contra el suelo. “Respira, tranquila… respira”. Trató de relajarse concentrándose en el aire que entraba y salía de sus pulmones. Poco a poco fue estirando el cuerpo en el suelo, tratando de ponerse boca arriba. Debía haberle dado lumbago o algo así. No le había pasado nunca, pero conocía a alguien que le pasó algo igual y describió una situación así, con ese dolor intenso. “Estoy gafada”. Permaneció boca arriba un par de minutos, con la espalda todo lo recta que pudo. Respiraba lenta, pausada. Cada vez que se movía parecía que se le rasgaban los tejidos de los músculos de la espalda como si fueran una tela para hacer trapos del polvo. Cuando se le pasó un poco pensó en que tenía el móvil sobre la mesilla. Debía avisar a alguien, por si acaso. Trató de alcanzarlo estirando el brazo hacia ella. El dolor era menor, pero aún intenso. Palpó el borde, buscándolo. Lo rozó con los dedos y lo arrastró hacia ella. Estaba con el cable de carga conectado y no cedía, así que tiró lentamente para soltarlo. El cable estaba tenso, enredado con otro que alimentaba las luces LED de la estantería de encima de la cama. Al tirar del móvil, su cable arrastró el de las luces y estas se descolgaron, cayendo sobre los libros y las figuras que tenía en las baldas. Como una avalancha, unos objetos empezaron a arrastrar a los otros, que a su vez cayeron sobre la mesilla y tiraron el resto de las cosas que tenía allí hacia la cabeza de Rubí. Asombrada y asustada del estropicio que le venía encima se cubrió la cara con los brazos en un gesto instintivo y le cayó todo encima, golpeándola. Tomó unos segundos de aliento y notó como algo rodaba sobre la mesilla. Al mirarla, el botijo se asomó amenazante, resbalando por el borde hasta caer cerca de ella. “Maldita sea”. La parte inferior del recipiente de barro quedó justo delante de sus ojos, y entonces lo vio. Tenía grabadas en su parte inferior tres antiquísimas palabras que reconocía ser griegas. αποβολή, “expulsar”. Recordó que esa palabra la usaban también para repudiar o evitar algo. Las dos siguientes le helaron la sangre: Τύχη Týkhē, el nombre de Tique, diosa de la fortuna.
Objetivos del relato
Este relato cumple los siguientes objetivos:
Relato de setiembre
Título: Desafortunada.
Objetivo: 1. Haz que el protagonista principal del relato sea un botijo o un objeto maldito (o ambas), o que la historia se centre en él.
Objeto 1: 5. Un cheque sin fondos.
Objeto 2: 7. Una letra del alfabeto griego.
Palabras: 1998.
Medallas extra: Feminista con el test de Bechdel.
El microrrelato #OrigiReto2019 del mes de septiembre es otra de la parte del reto. Puedes verlo desde el link anterior.
Este reto es una iniciativa de @Musajue y @Stiby2. Tienes las bases en sus respectivos blogs: Blog de Sólo un capítulo más de Stiby y el Blog La pluma azul de Katty.
R. J. Random dice
A ver. Pasan dos cosas que me han impedido comprender bien el relato. Bueno, no exactamente comprenderlo, si no más bien disfrutarlo plenamente.
1) Hay un trozo que va desde los números de la tómbola hasta el pinchazo, que lo has pegado dos veces. Está repetido, vamos.
2) Al final dices que hay “tres letras griegas” y luego “las dos siguientes”. Desconozco si es que los griegos escribían alguna vez solo con consonantes (como los fenicios) pero luego pones las palabras completas (tanto lo de expulsar o repudiar, como el nombre de Tique). Si es lo de las consonantes, cuadraría pero necesitaría explicarse ese tipo de escritura para la mayoría de lectores. Y si no es eso, o está mal redactado o me he perdido ahí.
Por lo demás, un estilo muy depurado que me gusta bastante.
Vicente dice
Buenas RJRandom.
Toda la razón del mundo. Se ha pegado dos veces una parte justo antes de la foto, y seguro que tenía crearse una sensación de “déjà vu” horrible. Ya está corregido gracias a tu apreciación.
Por otro lado, efectivamente, las palabras finales del botijo deberían ser eso, palabras en vez de letras. También he corregido esa equivocación.
Gracias por el comentario y sacar a la luz las erratas 😉
Kam dice
¡Hola!
El relato me ha parecido bastante interesante, la verdad. Me encantan las referencias a cultura clásica, aunque mi griego sea inexistente, jajaja. Muy bien llevado el principio del relato, con la conversación entre ambas, dejando pistas acerca del objetivo pero sin aclararlo completamente hasta el momento de la aparición del botijo. Sin embargo, una vez ha aparecido el objeto maldito el resto del relato ha resultado bastante esperable, aunque es algo habitual en este objetivo creo.
En resumen, me ha gustado bastante el relato, y enhorabuena por estar dándole a las medallas, que hacen falta 😉
¡Hasta la próxima!
Vicente dice
Hola Kam.
Muchas gracias por el comentario. Creo que tengo la sensación de que me paso en el tramo inicial y, como dices, el final se hace quizá algo previsible, quizá porque se me agotan las palabras. Creo que debo medir mejor los tiempos.
Muchas gracias por comentar y por tu ayuda 😉
Rocío Casas dice
Hola, Vicente! Bueno, me ha gustado el relato. Los diálogos iniciales despertaron mi interés para seguir leyendo y saber lo que pasaría con Rubí en la feria. Como que el dueño de la tómbola sabía que el botijo estaba maldito y aprovechó la oportunidad para deshacerse de él. Qué malvado!
Ahora, una pregunta, realmente existe Tique, la diosa fortuna? Saludos.
Vicente dice
Hola Rocío.
Pues sí, Tique es “real”, o al menos es parte de la mitología griega. Puedes conocer más de ella por ejemplo en la Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Tique. La busqué precisamente para añadir las palabras en griego para el objeto de reto.
Me alegro de que te haya gustado el relato.
¡Un saludo!
Marga dice
¡Hola!
«Le obsequiaron con un enorme peluche que no estaba claro si era el león personaje de una película de Disney o la pesadilla de una novela de Stephen King.» Un minuto de silencio por esto 😂
Me ha parecido muy original la forma de introducir el botijo en la historia. Eso y todo lo de la diosa de la fortuna (me gusta que el relato empiece y termine con esa mención).
Brutal el pánico que desprende la escena final y los diálogos del principio. Los personajes parecen muy reales.
¡Un saludo!
Vicente dice
¡Hola Marga!
Jjeje… me gusta mucho el primer comentario. Cuando pensaba en los premios de la tómbola, recordaba esos peluches made-in-yoquesédónde que eran mas feos que nada, así que los metí en el relato.
Te agradezco también los comentarios sobre el resto de la historia. Me alegra que te haya gustado.
Muchas gracias por comentar 😉
YarckoDM dice
¡Hola!
Me ha encantado este relato. Me ha gustado tanto que enlacé mi micro de septiembre jejeje
Tuve que leer dos veces el último párrafo porque por algún motivo me resultaba confuso. Hay algo en la construcción de esa frase que me despista, aunque no se que es (y no descarto que sea que lo leí a ultima hora de la noche).
La creación de personajes me parece muy buena, desde la sencillez logras darles una personalidad bastante definida. Me encanta el contraste del lenguaje del narrador (ingenios de la mecánica) con el de las protas (está como un tren), le da al relato un aire especial que me ha gustado mucho.
Me ha parecido una gran historia, que aunque parecía la típica visita a la feria en un principio, tiene un final genial y maquiavélico que te deja con ganas de más.
¡Enhorabuena por el relato!
Vicente dice
Cuánta razón tienes, Jarcko. La última estrofa justo en la parte de las letras griegas la remodelé un par de veces sin convencerme del todo. No solo debía ser la parte más tajante para cerrar el relato, sino que debía entenderse, y me quedé con la sensación de que igual no había sido así. Contigo empiezo a tener la certeza.
Me alegro, eso sí, de que el relato en general te haya gustado. Gracias por los comentarios 😊
KATTY dice
Genial relato y debo decir que cumple también el objetivo del parque de atracciones(o feria en este caso) Me ha encantado como has metido el botijo y que justo estuvieran hablando de la diosa de la fortuna. muy bien hilado y pobre vaya mala suerte desde ese mismo instante xD Genial, buen relato ^^ enhorabuena.
.KATTY.
Vicente dice
Buenas Katty,
Traté de imaginar al final una escena con un mueble de Ikea mal montado lleno de LEDs y cosas de todo índole. Y claro, la protagonista debajo con un brote de mala suerte. Creo que al final resultó xD
Gracias por comentar 🙂
Raúl-Kalen dice
Hola Vicente, enhorabuena por el relato, me ha gustado. Muy buena entrada con los diálogos de las chicas y hasta la tómbola, también me gusta la parte de la referencia griega y que aparezca el botijo maldito, aunque en la resolución de la historia sí que me ha parecido demasiado rápida, para mí hubiera sido redondo un epílogo con los de la tómbola frotándose las manos por su nueva suerte. Aparte de gustos personales, la historia está de gamba. Muy bien 👌
Vicente dice
Hola Kalen.
Sí, la parte final va un poco forzada. Es culpa del límite de palabras por relato 🙁
Cuando llevo 2200 o 2300, me toca revisar y quitar cosas dejándolo coherente. En este caso, la parte final sufrió también algún cambio.
Me alegro de que aun así te gustara.
¡Un saludo!