Reto de la semana 35. Inventa una guerra y pon a tu protagonista en la vanguardia de la batalla.
Los cañones rugen haciendo temblar la sedienta tierra. Apenas se puede ver a un metro por delante con el denso polvo levantado por el viento. Kanguitia es un planeta desolado, de infinitos desiertos de árida tierra. No hablo de desiertos de arenas finas, palmeras en cristalinos oasis con un sol radiante en la altura. Que va. Este lugar es un erial de tierra agrietada y marchita, donde la vida no puede florecer.
Me ajusto de nuevo el rojo pañuelo que me tapa la boca y parpadeo. No sirve de nada, las gruesas gafas de plástico impiden que me entre la arena en ojos, pero no se puede ver nada. Les paso la palma de la mano para tratar de ganar algo de visión retirando la tierra. A mi lado sé que tengo a un centenar de compañeros. Al otro lado casi la mitad. Todos avanzamos de forma pesada con las lanzas eléctricas en punta. Todo se reían de mi pañuelo. “Con ese color tan destacado serás el primero en caer”, me dicen. Yo siempre río. Hasta el momento me ha traído suerte. Los atronadores disparos desde la retaguardia de los cañones iluminan con sus impactos el espeso cielo de nubes grises atestadas de polvo. No hay sol y hace un frío de mil demonios, pero ya no importa. Nuestra sangre está ardiendo ante el inminente choque.
Avanzo paso a paso. Creo oír por encima de los vítores de mi gente mucho movimiento de pasos al galope más adelante. Sé que viene por ahí por la dirección de los estallidos de luz de los proyectiles al golpear el suelo. Si disparan hacia allí, es porque allí está el enemigo. Agarro con fuerza la pica con ambas manos. El sonido se acerca. ¿Qué diantres hacemos en este planeta? Sólo hay muerte y desolación. ¿Por qué invadimos este lugar? La estrategia de la Corte Kalia nunca nos es comunicada. Al final somos peones en un tablero del que sabemos que finalmente acabaremos como ficha de cambio.
Agudizo el oído. Gruñidos y cientos de pasos corriendo. Miles tal vez. Miro de reojo a mi lado. No alcanzo a ver a nadie. Al otro lado a unos pocos pasos atrás creo vislumbrar a uno de mis compañeros con una rodilla contra el suelo esperando. Paro inmediatamente y hago lo mismo. Hinco una rodilla yo también. Apoyo la parte de atrás de la lanza en la tierra y apunto hacia delante. Trato de respirar hondo, pero el polvo me lo impide haciéndome toser. El sonido del frente es atronador.
El sudor frío de tensión resbala por mi frente. En mi bando nadie respira. Pasan unos interminables segundos en el estruendo de los pasos se incrementa de forma dolorosa. De repente, ante nosotros aparece una fila tan grande como la nuestra de siluetas. Parecen guerreros, soldados. Portan lanzas también. Frenan en seco justo para poder distinguirlos levemente tras las nubes de arena. Sus cuerpos se mueven jadeantes con la respiración. A rachas de aire se puede ver algo mejor. Mira justo el que tengo enfrente mío. Fijo la vista en un punto rojo de su cuerpo, a la altura de la cabeza. Parece portar grandes gafas a igual que nosotros. En su rostro veo que también se cubre la boca con un pañuelo. A través de los cristales de sus lentes de protección veo mis ojos reflejados. Consigo ver ahora claramente que se tapa la boca con un pañuelo rojo como el mío. A cada lado veo a mis compañeros boquiabiertos. Todos tienen a su doble delante. Los cañones vuelven a sonar al fondo.
Reto 52 relatos
Esta es una de las historias para el reto de 52 relatos de 2019 propuesta por Literup en su #52retosliterup. Puedes ver el resto en el índice general de los 52 retos de escritura. No dudes en revisar el resto 😉
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