Reto de la semana 38. Escribe un relato en el que tu protagonista siga el arco emocional de Ícaro.
—¡Socorro!
Los gritos de Naomi dejaban una extraña reverberación en la pequeña estancia. Era apenas de unos seis metros cuadrados. Tendría un par de ellos por un lado y otros tres por el otro. Sus paredes estaban pintadas impecablemente de blanco brillante. Una luz incrustada sobre el techo iluminaba con un halo también blanco toda la estancia. Estaba casi a tres metros. Miró de nuevo hacia la persiana de entrada. Era de metal, del tipo de puerta que se agarra de abajo y se sube enrollándose. Le recordaba a un trastero. Sobre la parte superior había un pequeño cuadrado de plástico con un número “1” desgastado. “¿Qué significa eso?”, pensó.
La piel la tenía ya empapada del calor. Miró de nuevo a una de las esquinas del techo. Ahí podía ver lo que parecía un conducto de aire. Estaba tapado con una tapa que parecía de plástico blanco con rejillas, como encajado. Sin duda, gracias a ese hueco podía respirar.
Golpeó de nuevo la persiana. Gritó socorro. El estruendo de los golpes en la puerta metálica cada vez se le clavaban más en la dolorida cabeza. El sofocante calor y la tensión le mantenían en un estado agónico. Cuando la puerta dejó de vibrar pegó de nuevo la oreja para intentar escuchar algo. El resultado fue el mismo que en las numerosas ocasiones anteriores. Ni un solo sonido allí fuera.
Se sentó desplomada en el suelo, apoyando la espalda en la pared. Trató de serenar la respiración. ¿Cómo había llegado allí? Recordaba la noche de fiesta. Copas, quizá demasiadas. La calle y su llave abriendo la cerradura. Luego su cabeza notó un empujón que la golpeó contra la puerta y nada más. Instintivamente volvió a tocarse esa parte del cráneo. Sangre seca. Dolor. Maldita sea. ¿Qué hacía allí y por qué?
Sin un punto de referencia, sin móvil, sin reloj. No podía saber cuánto tiempo llevaba allí. El estómago, por su parte, le avisaba que podían ser hasta días. La boca la tenía ya demasiado seca y los labios estaban cortados. Debía hacer algo o moriría en ese lugar si nadie venía a buscarla. Miró de nuevo al techo, al respiradero. No tenía otra salida. La persiana no cedía desde abajo y no tenía mecanismo que pudiera forzar. Además, era demasiado resistente. Se acercó a la esquina de la rejilla, situándose justo debajo. Su tamaño era bastante grande. Estaba convencida de que si se apretujaba un poco, cabría por él. Saltó hacia arriba con los brazos estirados y rozó con la punta de los dedos el marco. Efectivamente parecía de plástico. Se agachó y tomó más impulso. Esta vez llegó hasta las rejillas. En la caída se lastimó un poco las yemas de los dedos. Soltó una breve maldición y saltó de nuevo para tratar de meter los dedos en los huecos que dejaban dichas rejillas. Lo hizo, pero en la caída la tapa no cedió. Se paró unos segundos inclinada, jadeando. Debía de pensar. Centrarse. “De acuerdo, así no voy a poder.” Pegada a la pared se empinó sobre las puntas de los pies y estiró los brazos. Tocaba apenas el marco del respiradero. Trató de introducir los dedos entre la pared y este desde una esquina. Me movió un poco, apenas unos milímetros. Fue suficiente para que un halo de esperanza iluminara el rostro demacrado de Naomi. Penosamente y con mucho dolor por el esfuerzo, continuó siguiendo el recorrido de la parte de abajo del marco con los dedos. A su paso levantaba un poco más la tapa. Cuando llegó al final repitió pausadamente la operación, poco a poco. Tenía que descansar de vez en cuando en el suelo, pero la adrenalina al haber encontrado al menos una esperanza le hacía volver al trabajo enseguida. Tras lo que debía haber sido una media hora, finalmente el marco estaba totalmente fuera de su sitio, y con un último salto lo agarró por abajo y consiguió soltarlo totalmente del agujero de la pared, quedando a la vista.
Descansó unos minutos en el suelo, exhausta. Volvió a poner en pie y miró el agujero. De un salto lo alcanzó y con un monumental esfuerzo flexionó los brazos trepando con la ayuda de los pies, que raspaban la pared de forma frenética para conseguir elevarse. Finalmente tenía el cuerpo dentro del respiradero. Empezó a avanzar arrastrándose gateando. El silencio seguía siendo perturbador. Podía ver la luz de otra rejilla a unos pocos metros, justo delante. Avanzó hasta llegar a ella. La luz era como la de su prisión, por llamarla de alguna forma. Blanca, luminosa. Mirar a través de la rejilla la desilusionó. Parecía una estancia exactamente igual a la que había abandonado. Golpeó varias veces el marco hasta que cayó en la habitación con un estruendo que rompió el silencio. Se arrastró hacia afuera de cabeza y trató de deslizarse hacia el suelo con cuidado. Cayó los últimos metros contra el suelo, golpeándose un hombro. Un intenso dolor en el brazo la hizo maldecir en voz alta. Pero lo peor era el dolor psicológico. Esta en una estancia igual que la anterior: cuatro pareces y una puerta metálica. La diferencia es que aquí había dos respiraderos. Por uno había bajado ella, el otro estaba cerrado. Desvió la vista a la parte superior de la puerta. Había un “tres” en el cartel. “¡Socorro!”, gritó impotente al vacío.
Tras un rato agotada y dolorida en el suelo, Naomi pensó que no le quedaba más remedio que hacer la misma operación sobre ese otro respiradero. Las fuerzas no le daban para mucho más, y se iban agotando. Tras lo que sería aproximadamente una hora ya estaba en el túnel nuevo. Seguía sin escuchar ningún ruido. En este, sin embargo, un olor extraño y fuerte le llamó la atención. Posiblemente este lugar debía ser diferente. Contuvo la respiración para evitar inhalar ese hedor que se hacía cada vez más intenso a medida que avanzaba. Llegó al otro extremo y descolgó el respiradero para mirar a través del hueco. Soltó un grito ahogado. Lo que vio la dejó finalmente sin fuerzas. Era una habitación igual, con otro respiradero al otro lado. Esta vez ese estaba abierto, con el marco caído en el suelo. A su lado reposaba un nauseabundo cuerpo en descomposición. Sobre la puerta un número “133” mostraba lo que debía ser otra más de cientos de habitaciones como las que ya había visto.
Reto 52 relatos
Esta es una de las historias para el reto de 52 relatos de 2019 propuesta por Literup en su #52retosliterup. Puedes ver el resto en el índice general de los 52 retos de escritura. No dudes en revisar el resto 😉
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